Aún no sé si seguiré cayendo, si no he llegado al fondo de este pozo de tristeza donde estoy. Sigo sintiendo que continúan cayendo sobre mí losas que me hunden más y soy consciente que algunas no vienen de fuera sino de mí mismo, son mis miedos, mis sombras...
Me siento quieto, parado en medio de un desierto. Quieto en medio de un mar. Me siento náufrago y aunque me agarro a las tablas que encuentro, no tengo muchas esperanzas. Me siento (in)quieto. Rodeado de insomnios y sin fuerzas para luchar. Quiero andar y no puedo. Quiero nadar y no puedo. Pero sé que es lo que me toca vivir en este triste comienzo de año....
Tenía ganas de volver a la rutina y por fin ha llegado el día. Que las jornadas sean todas iguales, que el trabajo no me deje tiempo para pensar ni para sentir, que el cansancio me mantenga sin fuerzas, aturdido, como a un muñeco de trapo con el corazón deshecho. Tal vez sea la única manera de sobrevivir a este año que ni es nuevo ni es feliz....
Aunque el calendario comience de nuevo, nada ha cambiado. Sigo encontrándome muy mal de ánimo. Continúo cayendo y aún no he tocado fondo. No he gastado todas las lagrimas. Pero no queda otra que vivir lo que me toca. La vida debe saber que el azúcar no me viene bien y me da tragos amargos....
Me conmueven las lágrimas de una amiga que pasa sus primeras navidades sola y echa de menos a sus hijos. Me sigue poniendo triste la ausencia de mi padre y de mi hijo y todas las ausencias. ¿Fiestas navideñas? En realidad, un mar de melancolía por el que navegamos sin estrella que nos guíe....